lunes, 19 de octubre de 2009

Demolición del estadio Seattle Kingdome



Los estadios, esos edificios de estructuras casi imposibles, de los cuales nos llaman de sobremanera su dinamismo y su apuesta frente a la gravedad salvando luces algunas veces casi infinitas. Iconos de las grandes ciudades y de sus equipos, siempre respaldadas por grandes inversiones económicas y de unos orígenes tan alejados como puede ser la arquitectura griega. La palabra proviene del "stadion" griego (στάδιον), literalmente "lugar donde hay gente". No es de extrañar que con semejante punto de partida una no se extrañe cuando lee que un estadio como el de Seattle está dentro del libro de los records, pero no son sus dimensiones o su construcción lo que lo ha hecho pasar a la historia, sino su demolición.

Para ponerlos sobre los antecedentes tendría que contar que los magnates del béisbol de Ligas Mayores desde hace años iniciaron una nueva época en torno a la estructura, diseño, arquitectura de los estadios de béisbol. Poner a los parques nombres de sólidas firmas comerciales, bancos o grandes empresas, industrias y/o compañías. La nueva ola de estadios de béisbol en Ligas Mayores, sin duda alguna representa un vigoroso horizonte en el enriquecimiento del espectáculo y una adaptación lógica a la modernidad del siglo 21.

Desde los setenta los estadios comenzaron a convertirse en joyas arquitectónicas y de gran comodidad, costeados en su mayoría por los gobiernos de las ciudades, además de que se aprovechaba la penetración de las estaciones televisoras, lo cual llevó al espectáculo a negocios millonarios como se observa en la actualidad. También se construyeron enormes estadios polideportivos techados, con gramas artificiales y que cobraron gran notoriedad y novedad, porque se podía gozar el juego sin alguna interrupción a causa de irregularidades climáticas.

Y a este nuevo horizonte, obviamente, debemos hablar de las concesiones, derechos de publicidad y transmisiones por televisión que ayudan enormemente a mejorar la economía de los 30 clubes



La empresa Controlled Demolition Inc., autora de la demolición de la Omega Tower, ha realizado otras demoliciones no menos impactantes. Desde 1960 la compañía ha derribado más de 7.000 edificios y ha batido cuatro récords mundiales. Entre ellos está la demolición del estadio Seattle Kingdome, que aparece en el Guiness como el mayor edificio en cuanto a su volumen que se ha implosionado jamás. Se necesitó rodear el edificio de 6m de altura de tierra para amortiguar la caída de materiales y para la instalación de la dinamita se necesitó varios meses. Este edificio además estaba situado encima de la falla por lo que se tenía que intentar amortiguar las posibles vibraciones debidas a la demolición o los grandes edificios, carreteras, etc que lo rodeaban podrían sufrir grandes desperfectos e incluso derrumbarse. Quizás lo que más me llama la atención es como pasa de un segundo a otro de ser todo, una vida, albergar miles de sentimientos y sensaciones, a pasar a la nada siendo un cúmulo de hierros retorcidos y polvo. Personalmente tengo que añadir que el edificio derribado tiene mayor interés tanto espacial como volumétrico y creo que han salido perdiendo con el cambio, no siempre lo nuevo quiere decir simplemente que por nuevo sea mejor. Hay que saber ver y valorar la buena arquitectura y este era un claro ejemplo a conservar.






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