jueves, 5 de junio de 2008

Neocostumbristas

Un problema análogo, directamente conectado, se da cuando, en su empeño de construir protagonistas que representen tipos sociales, grupos, perfiles comunes, un autor descuida su deber de acuñar sujetos con cierta densidad individual.

Nuestra literatura reciente está infestada de libros que responden a ese principio: la necesidad de plasmar tipos y no personas; la urgencia de poner ejemplos en vez de contar historias, de imaginar patrones en lugar de formas únicas.

Son las obras de nuestros neocostumbristas, que se parecen a los antiguos en su jamás coronado afán realista (después de todo, el viejo costumbrismo fue un anuncio del realismo por venir), y se diferencian de sus antecesores en que los de hoy han olvidado la denuncia y la sátira, para entregarse, más bien, al retrato casi cómplice, matizado con una muy leve distancia irónica.

Ese salto cualitativo, pero hacia atrás, que lleva a ciertos autores a brincar a la garrocha cien o doscientos años de historia literaria, para entregarse a modos narrativos olvidados, y despojarlos incluso de los rasgos que hicieron valiosos (y peligrosos) esos modos en su tiempo, explica, creo, por qué a algunos, cuando leemos libros de, por ejemplo, Jaime Bayly o Beto Ortiz, nos queda la sensación de estar leyendo infinitas y cansadas variaciones de la historia del viaje del niño Goyito, pero en versiones inocuas y descremadas

0 comentarios: